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Hola, soy Nacho.

Un niño cargaba con un macuto lleno de expectativas y muchas (auto)exigencias. Carga que le llevó a convertirse en un perfeccionista insoportable sabelotodo.

Ya os podéis imaginar lo bien que se le daba hacer amigos.

La arraigada tradición de bandas municipales de música en el pueblo valenciano en que se crió le llevó a subir a los escenarios por primera vez, y a sembrar un amor por la música que años más tarde florecería al contactar con el Teatro Musical.

Pero no a soltar el macuto.

Sólo tuvo vestigios de esa sensación cuando, en 5º de primaria, haría reír al público en su primera obra de teatro para la asignatura de Lengua.

Su adolescencia la vivió en una lucha constante entre la carga del macuto y la liberación de éste. Entre la exigencia y el disfrute. El perfeccionismo y la diversión. 

Y cómo no, haciendo gala de la excelente habilidad para hacer amigos que la carga del macuto le confería.

No fue hasta mitad de la carrera de Comunicación Audiovisual cuando, junto a un grupo de compañeros, comenzó de nuevo a hacer pinitos actorales para un proyecto de creación propia, y volvió a acordarse de aquel niño que hizo reír a todo el colegio en la obra de teatro de Lengua.

Ahí fue cuando todo se activó: cursos, cástings, cortometrajes, alguna experiencia profesional, etc. Lo que ya sabemos.

Y con alguna que otra resistencia, finalmente llegó la carrera de Interpretación en la ESAD de Valencia.

Ahí, por primera vez, me paré y miré atrás. Por primera vez vi el macuto colgandero, toda esa carga de exigencias y expectativas que ya me venían pequeñas.

Te mentiría si te dijera que ya lo he soltado definitivamente.

Creo que nunca lo soltamos del todo.

Sólo a ratos.

Pero sí lo uso mucho más a mi favor. Me pesa mucho menos.

Y mi habilidad para hacer amigos se ha visto considerablemente mejorada. 

Dicen las (¿malas? ¿buenas?) lenguas que nos hacemos actores para que nos miren, nos aprueben, nos aplaudan, que somos un poco narcisistas, etc.

Pues sí. ¿Quién soy yo para negarlo? Es totalmente cierto.

Pero en cada uno de nosotros hay algo más.

Yo, paradójicamente, elegí ser actor y cantante para ser libre.

Libre de toda la seriedad excesiva con la que me había tomado la vida.

Pero siempre lo suficientemente serio, comprometido y entregado en mi trabajo.

Será un lujo para ambos que decidas darme una oportunidad para comprobarlo.